Escribir un guión de teatro, cine o publicidad, así como una novela, un relato corto… es un ejercicio creativo de lo más apasionante. ¡Y es que no existen límites hacia nuestra imaginación!

 

Pero hay un pánico al que todas las personas creativas nos enfrentamos casi a diario… ¡Esa odiosa, temida y aterradora página en blanco! Después de muchos guiones a mis espaldas, y una novela autoeditada y autopublicada en Amazon, puedo decirte algo con total seguridad: ¡esa sensación nunca desaparece!

 

Por eso, inspirado por numerosas conversaciones con amistades y conocidos/as, y por haber descubierto el libro “Libera tu magia” de Elizabeth Gilbert, ¡aquí te dejo un post sobre cómo evitar el bloqueo de la página en blanco!

 

1. Escribe lo primero que se te ocurra

 

Haz esto. Tal cual. Ni te lo pienses. Muchas veces, la razón por la que la página en blanco continúa inmaculada, es simplemente porque no tenemos claro cómo arrancar.

 

En la escritura, igual que en el deporte de alta competición, el arranque siempre es la parte más complicada. Por supuesto, el resto del camino también importa, pero un buen arranque te dará muchísimas posibilidades de llegar victorioso/a a tu meta.

 

¿Qué significa esto? Que lo mejor que puedes hacer es, si no sabes cómo empezar a andar en tu historia, ¡echa a correr, sin pensar en hacia dónde quieres llegar! Como mínimo, avanzarás mucho más que quedándote donde estás.

 

Y es que la técnica de la escritura automática lleva siendo utilizada por grandes artistas desde tiempos inmemoriales. Grosso modo, se trata de dejar fluir tu imaginación y transcribir lo primero que se te ocurra, sin juzgar ni censurar. Ya tendrás tiempo de revisar y de ser todo lo perfeccionista que desees, pero por ahora se trata de que AVANCES, y de que sientes los pilares en los que se sostendrá tu historia.

 

Porque una página en blanco solo es eso: la nada más absoluta.

 

2. Organiza previamente tus ideas

 

Personalmente, antes de ponerme a escribir el guión, relato o novela en cuestión, siempre elaboro un documento. Ese documento es la biblia del proyecto: contiene un listado de personajes principales y secundarios, una descripción lo más detallada de cada uno de estos personajes, una sinopsis completa de la trama, una escaleta…

 

Y es que, para mí, la mejor forma de evitar callejones sin salida, incoherencias argumentales, agujeros de guión o, directamente, bloqueos creativos, es zambullirme completamente en el universo que estoy creando.

 

Conocer a fondo el mundo que estoy componiendo con cada detalle, así como todos los rasgos distintivos que hacen únicos a los personajes, es lo que me permite después dejar fluir mis ideas e improvisar sobre la marcha. Un ejemplo de ello es mi novela “Las Muletas del Quijote”: su último capítulo y el desenlace fueron ideas de última hora, que me hicieron cambiar por completo el final que tenía pensado desde hacía meses. Pero para llegar a este punto, primero hizo falta mucha dedicación previa.

 

A fin de cuentas, siempre digo que “para jugar, primero hay que hacer los deberes“.

 

3. Asume que tendrás que revisar y corregir

 

Este punto es súper importante, no imaginas hasta qué punto. Muchas veces, nos empeñamos en que lo que estamos escribiendo sea impecable, y que refleje a la perfección la gran historia que tenemos en nuestro corazón, y en nuestra mente.

 

¡Error! Escribir es reescribir, y por más que te empeñes, por muy bien que narres tu historia desde el primer borrador, ¡siempre acabarás haciendo cambios, mejoras y correcciones!

 

Pero aquí viene lo bueno: esto no solamente es positivo, ¡sino que es muy necesario! Conviene que escribas un primer borrador, se lo envíes a tres o cuatro personas de tu absoluta confianza (¡Eso sí, cúrate en salud y regístralo antes!), que lo dejes reposar y te tomes un merecido descanso.

 

Así, cuando regreses al proyecto, ya con un feedback de las personas que han leído, podrás revisarlo con la mente más fresca, y detectarás cosas a mejorar que antes ni se te hubieran pasado por la cabeza.

 

Por eso mismo, ¡relájate y escribe “lo que se te salga”!

 

4. Mantén a raya tu perfeccionismo

 

Hace un tiempo, descubrí en el Instagram de Nacho Muñoz (un verdadero crack del Marketing y como formador) una frase que me gusta mucho, y que sin saberlo ya era mi mantra, mi lema personal. La frase en cuestión decía lo siguiente:

 

HECHO es mejor que PERFECTO“.

 

Abrumadora, ¿verdad? Y es que muchas veces, en más ocasiones de las que desearíamos, nos dejamos arrastrar por el miedo que comentaba en el punto anterior: el miedo a que lo que escribamos no esté a la altura de la gran y perfecta idea que tenemos en nuestra cabeza.

 

O, peor todavía: esa necesidad a la que nos agarramos, mucho más destructiva que creativa, de que lo que presentemos al mundo esté perfecto.

 

Lo primero que hay que asumir es, sencillamente, que la perfección NO EXISTE. Es un invento de nuestras mentes, y por definición es contraria al mundo. La naturaleza hace su trabajo de forma brillante, pero también está repleta de accidentes (unos afortunados y otros… no tanto) así como de errores y pifias. Si el mundo no es perfecto, ¿cómo íbamos a serlo nosotro/as, como seres humanos?

 

Además, la calidad de un texto es totalmente subjetiva. Lo que en tu mente es brillante y redondo, en la mente de otra persona es banal o está por pulir todavía.

 

Me duele horrores hablar con personas con un talento brillante para la escritura, y que me digan que no publican sus textos ni siquiera en un blog, bien porque son demasiado perfeccionistas, o bien porque temen enseñar su creatividad al mundo. Personalmente, creo que cada persona tiene un don en su interior, lo desarrolle o no, ¡y que ese don solo tiene sentido si es compartido!

 

Así pues, si me aceptas un humilde consejo: ignora al pequeño saboteador de tu mente que te hace procrastinar, y escribe, escribe y ESCRIBE. ¡Y publica, que seguro que habrá muchas personas deseosas de saber qué historias eres capaz de narrar!

 

5. Tómate un descanso… ¡Por ahora!

 

A veces, nos centramos tanto en hacer, hacer y hacer que nos olvidamos de relajarnos, desconectar y respirar un poco.

 

Vivir es muy necesario para crear, así que te recomiendo que, de vez en cuando y siempre que lo necesites, descanses un poco. Haz otras cosas, sal a hacer deporte (¿Sabías que el ejercicio fomenta nuestra creatividad?), ve al cine, ve al teatro, lee, sal a tomar algo… ¡Y toma el aire!

 

Todo esto no solo te hará salir de tu fase de estancamiento o bloqueo, sino que mejorará tu estado de ánimo, y para cuando vuelvas a ponerte a escribir, ya más fresco, te sentirás más predispuesto creativamente.

 

Eso sí, ¡que tu descanso no sea un pretexto para procrastinar!

 

¿Qué te ha parecido?

 

¡Espero de corazón que este post te haya resultado útil e interesante, y que te haya aportado herramientas para no bloquearte ante la página en blanco! Siéntete libre de dejarme tu feeback en comentarios, ¡un abrazo y hasta muy pronto!